La migración hacia luminarias LED para calles y ciudades prometía reducir el consumo energético y el consecuente impacto en el medioambiente. Sin embargo, un estudio muestra que la contaminación lumínica generada por ese cambio degrada los ecosistemas de todo el mundo, marcando la importancia de regular el uso de esa tecnología.

Science Advances publicó un estudio internacional que revela un claro aumento de las superficies iluminadas a escala mundial. Este incremento, de un 2,2% anual tanto en extensión como en intensidad, tiene lugar en un momento de transición a sistemas de iluminación LED, más capaces de reducir la emisión al espacio y su intensidad a demanda.

Los datos se han recogido con el radiómetro de imágenes por infrarrojos visibles (VIIRS) a bordo del satélite meteorológico Suomi NPP. Entre 2012 y 2016, con este instrumento se ha registrado que la iluminación artificial nocturna se ha elevado un 9,1%, a pesar del uso de sistemas de iluminación más eficientes.

«Los LED aún no están ayudando a reducir de manera global la contaminación lumínica y puede que estén ayudando a incrementarla«, indica Alejandro Sánchez de Miguel, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), que participa en el trabajo.

Impacto

Este efecto rebote tiene antecedentes históricos, en los que el aumento de la eficiencia en la iluminación y la reducción de su costo generan un aumento del consumo en lugar de un descenso: comienzan a iluminarse regiones oscuras o se programa el alumbrado desde el atardecer.

El constante aumento de la iluminación nocturna ha ocasionado que la mitad de Europa y un cuarto de Norteamérica sufran una ‘pérdida de la noche’ generalizada, con la consiguiente modificación de los ciclos día y noche.

Los resultados del estudio muestran un aumento inequívoco de la iluminación en América del Sur, Asia y África, el descenso en ciertas regiones, entre ellas las que sufren conflictos armados, como Siria o Yemen, y el estancamiento en países como Estados Unidos, Italia o España, los más iluminados a escala mundial.

En un plazo medio, parece que la iluminación artificial seguirá en aumento, erosionando las regiones de la Tierra que todavía experimentan ciclos naturales de día y noche. Un dato preocupante, porque la contaminación lumínica amenaza al 30% de los vertebrados y al 60% de los invertebrados nocturnos, tiene efectos sobre la fauna, flora y los microorganismos y cada vez más estudios señalan su impacto en la salud humana.

«Está probado que una mayor eficiencia energética no produce menores consumos energéticos globales: para lograr lo segundo necesitamos realizar un control de emisiones como se hace con las emisiones de dióxido de carbono. Además, hay que desarrollar políticas de alumbrado que contemplen el problema de la contaminación lumínica y intensificar el uso de sistemas eficientes: bien usados, los LED ámbar podrían ser la solución al problema», apunta Sánchez de Miguel.

Vía: SINC