De los errores se aprende. La frase encaja a la perfección en el Falcon 9, el cohete reutilizable de SpaceX, la empresa de Elon Musk que revolucionó la manera de mirar las misiones espaciales.

El Falcon 9 cuenta con 16 intentos de aterrizaje, algunos sobre plataformas sobre el mar. De ese total, cinco resultaron en fracaso y generaron, algunas veces, explosiones espectaculares.

Esas imágenes son las que Elon Musk compartió en un video, el cual había adelantado hace algunos días: “Creando un video con los bloopers del cohete de SpaceX. Nos costó mucho hasta que funcionó, pero hay algunas secuencias de explosión épicas”.

A pesar de haber perdido millones en cada intento, los comentarios sobre el video son realmente graciosos: “¿El cohete está bien? Es solo un rasguño”; y “Bueno, técnicamente aterrizó… solo que no en una pieza”; “Miren, esa no es una explosión sino un rápido y no planeado desmantelamiento”, son apenas algunas de las frases que acompañan las imágenes con el Falcon 9 destruido por completo.

¿Por qué la alegría? Reacondicionar un Falcon 9 después de cada aterrizaje cuesta unos u$s250.000, lejísimos de los u$s16 millones que se deben desembolsar para crear uno desde cero.